8 jun 2011

Invertebrados


Nos mueve el salto. El caer y el transformarse. Nos motiva la caída porque nosotras hemos sido recompensadas con la transformación. Las ramas no tapan la luna. Vengan a nuestro reino, hijos míos. Y aprendan la lección de hoy porque las madres abrirán el libro de medicina y les enseñarán sobre los invertebrados. Los invertebrados carecen de columna vertebral y esqueleto interno vertebrado. Vean un ejemplo en la extracción que practicaremos al señor. Se llevó un susto de muerte, sí, un susto de muerte. ¡A reír se ha dicho! La zoología distingue entre los artrópodos y los no artrópodos. Tomen nota. No se despisten. Insectos. Gusanos. ¿Quieren ver cómo el hombre se asemejará a un gusano tras la operación? Bravo. Bravo. Son ustedes tan inteligentes... Avanzan tan a prisa... La nariz, los párpados y los dedos son estructuras que pueden ulcerar, mejor su eliminación. El rostro es intercambiable, pura apariencia. El alma es de una viscosidad indescifrable. Ya lo han visto. Pero basta ya, pasemos a la siguiente lección, dejemos la teoría. Traigamos entonces a los prisioneros al claro del bosque. Sáquenles del maletero.

Los dos despertaron atados de espalda a un árbol. Apenas se miraron. Él bajó la vista asumiendo la derrota del hombre que ella siempre creyó. No se dijeron nada. Delante de ellos los demonios jugaban con la manta de picnic y se asfixiaban los unos a los otros como caballos desbocados. Las señoras los miraban y rezaban agachando la cabeza y golpeándose el pecho, llamaron a los niños, los ordenaron en fila y los presentaron por su nombre de pila: Hansel, Gretel, Paola, Marcelo, Sigfrid. Los niñitos deben comenzar sus clases, escuchó la pareja. Y las mujeres, a veces señoras mayores y a veces cuerpos que asemejaban lobos enrabietados, repartieron unas cuantas piedras afiladas, algún palo acabado en punta, un cuchillo de sierra. ¿Quién será el primero?, preguntaron. Cuchichearon entre ellas y señalaron al más pequeño. Hansel, dijeron, debes sacar al menos un notable. Su cabeza se torcía a la derecha, como si estuviese quebrada y en su caminar hacia ellos observaron una descoordinación atípica, un arrastrar de pies y manos locas. Las moscas-fantasma revolotearon despistadas encima de los músculos. Los árboles cabecearon en la noche.

El golpe debe ser seco y rasgado. Seco y rasgado. Tengan a bien siempre dejar sin conciencia a los insectos pues los gritos suelen ser molestos para el trabajo. Lo primero de todo, las moscardas. La sangre llama a las moscas, buscan orificios y ponen sus huevos en el cadáver. Una moscarda hembra puede poner cientos de huevos, de ellos nacen miles de cresas, en unas seis horas. Ella, como pueden observar, bien puede ser uno de los nuestros, tan de piel blanca y voz luminosa. Una ancianita dentro de un cuerpo joven. Pongan todo su arte en el recorrido del paso de su cuerpo de mujer a artrópodo. Ella bailará para nosotros. Puede ayudarnos a aprender nuevas lecciones, es joven y valerosa. Un sujeto diferente a los demás. Primero, el golpe. Luego apartar el cabello de la cara. Más tarde rezar por su alma. Y luego convertirla, hacerla nuestra para siempre. Nuestra bella joven. Será vuestra institutriz, sonrisas y lágrimas para todos vosotros. Cuerpo que se arrastra en el barro. Recíbanla con sus juegos y sus saltos. Venga a nosotros su reino. Provoquen al invertebrado que todos llevamos dentro. Lo original es placentero.

Hansel golpeó varias veces en la rodilla del hombre y los gritos hicieron que los pájaros negros abandonaran los árboles. Luego fue ella, la de medias rotas la que pidió ser liberada. Y las madres se reunieron en círculo y tras las deliberaciones oportunas consintieron.  Las bestias le quitaron las ataduras. ¿Cómo cuánta sed tiene un licántropo? ,le preguntó ella a él, despojada ya de las ataduras. ¿Cómo cuánto corre el león? ,le dijo a antes de agarrar el cuchillo y cortar su dedo de prometido. ¿Cómo cuánto?, le repitió gritándole al oído. Y no paró de darle al despiece y al machaque hasta que la familia, hijos y señoras al completo, consintieron que tras las incisiones oportunas ella se pusiera la cara de él sobre su rostro. La cara, la cara, la cara, cantaban a coro. No paró de recortar hasta que logró la máscara perfecta y pudo sacar la lengua por esa boca enrojecida de diablo. Y entonces aulló antes de caer de rodillas entre las ramas rotas y abrazar a esos pequeños. Mis queridos niños, mis amados lobitos, balbuceó con la máscara puesta. Luego pidió regresar al coche, descansar en el maletero, sentir las hojas resbalando debajo de su cuerpo, reposar bajo unas mantas. Las señoras aullaron a la vez. Y los niños celebraban la bienvenida de la nueva institutriz lanzando caramelos que sacaban a puñados de los bolsillos mohosos de sus pantalones.