21 ago 2011

Línea recta


Nadie tiene una capacidad de comprensión absoluta. Solaris es un enorme cerebro capaz de pensar. Y de repente, aparece un niño en medio de ese océano. Berton lo vio y así lo relata: cuatro metros de altura, ojos azules y el pelo negro. Recién desnudo, como un recién nacido. Mojado. Grasiento. Manteniéndose siempre encima de la ola. Y los inquisidores suelen reparar que ese comportamiento, el decir de Berton, es una alucinación. De repente, los ojos de uno no sirven para nada. Mejor arrancárselos. O mejor aún, someterse a la extracción de la piedra de la locura. Sería lo más apropiado si queremos evitar el dedo que señala. Porque, ¿dónde se sitúa la cara oculta del conocimiento? En ese ir y venir del Océano Solaris, que recuerda a los conjuntos fractales de B. Mandelbrot, al ir más allá de los conceptos geométricos clásicos, a la teoría del caos. Es un viaje peligroso. Quizás de ida. Tan sólo. Nuestro Kris, no obstante, opina que la solarísitica, tras las declaraciones fantasiosas de Berton, está en un camino sin salida, alucinatorio. Y claro, a él le interesa la “verdad”. Porque quizás la verdad que ha escuchado de Berton no sea la “verdad”. Porque para él, la “verdad” no puede darse de manera fractal. Para comprender la realidad lo habitual es calcular las palabras en línea recta. Kris hace una hoguera antes de partir. Quema ciertos recuerdos. La foto de su esposa fallecida está ahí, tras las cenizas. Y el silencio. Luego, parte hacia Solaris. Hay dos tripulantes, de los tres iniciales. El Dr. Guibarián se ha suicidado.