1 ene 2011

Boogie Boogie


Con mucho gusto nos ocupamos de recibir a nuestros tres jóvenes. Queda dicho que eran unos vecos bien altos y fuertes y que eran tres. Nosotros, ya viejos y cerca más de los ochenta que de los cuarenta les dijimos: “Vengan aquí y no tengan miedo de la fría noche, que les acogemos en nuestro pequeño hogar”. Y entraron por la puerta de la cabaña al modo que entra el ganado en el establo para comer a media tarde. Los platos que les pusimos delante de las narices eran hondos pues conocíamos que hacía frío y que aquí, en la parte más alejada de la provincia, hace más frío todavía, y que tres jóvenes con el coche estropeado necesitaban de estas manos de viejitos para calentarse. Era una buena sopa con sus patatas que quemaba al pasar por los gorlos. Y, de repente, en medio de la cena, hicimos que en el estéreo sonara un poco de boogie boogie, que es la música que a veces ponemos para recrearnos.

Mientras duró todo, entre una y otra canción, el locutor en la radio comunicó que eran tres, precisamente tres, los que se habían escapado del centro y que eran peligrosos y que cuidado, que podían llevar armas. Nosotros nos reímos como se ríen los viejos ya a esta edad, pues ¿qué trasero sería pateado, el nuestro acaso? Y la simple suposición de esa posibilidad, el haber recibido a esos tres jóvenes con ansia de porrazos y con esos ojos que lo expresaban todo, nos daba algo más de divertimento que el silencio habitual, nuestro ejercicio más común entre horas.

Boogie Boogie formará parte de Los caníbales (Libros del Innombrable, 2011).