3 feb 2011

Grossmann


Georg Grossmann vendía salchichas preparadas por él mismo en la estación del ferrocarril. Se carteaba con Haarmann, el Carnicero de Berlín, y se intercambiaban recetas culinarias. Nació en Neuruppen, capital del distrito de Ostprignitz-Ruppin, en el estado federado de Branderburgo, en 1863. Los perritos calientes humanos eran la debilidad de Grossmann. Necrófilo y condenado por abusos sexuales, llegó a anotar más de cincuenta víctimas en el haber de su hoja contable y acabó con una sentencia a muerte que firmó el juez con varios días de retraso. La mañana en la que lo apresaron, una barbacoa humeaba en su jardín, y una joven estaba al punto de sal. El apetito de Grossmann era voraz, las partes que no le servían las lanzaba al río Spree. Y el río Spree no era el río Ganges, eso es incuestionable. Si no, los habitantes de la zona habrían sabido cómo sacar partido a ese desperdicio y vender semejantes restos como fertilizantes. No llegaron a ejecutar a Grossman. Se ahorcó en su celda con cincuenta y tres años. Y lo último que debió creer era que de su cuello estiraba hacia arriba una ristra de frescas salchichas a la pimienta.